Hace más de 40 años, cuando eran dos jóvenes recién casados, Raúl Hernández y Gisela Herrerías partieron rumbo a la región mixteca popoloca de México, ubicada en la sierra que divide Puebla y Oaxaca y emprendieron una misión que cambiaría la vida de cientos de miles de personas a su alrededor: asegurar el acceso al agua a través de la regeneración de las cuencas agotadas, con un método que combina las técnicas indígenas con la tecnología moderna.
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