El Reino Unido no está dispuesto a aceptar una tasa a las transacciones financieras que se imponga a toda la Unión Europea (UE) y solo lo acataría si es a nivel global. El Reino Unido siempre se ha opuesto a este tipo de imposición fiscal porque dañaría a los bancos de la City y teme una deslocalización de operaciones y empresas a terceros países. El ministro británico de Economía, George Osborne, ya había advertido en el pasado que un impuesto de este tipo impediría la llegada de inversiones a Europa y perjudicaría los intereses de la City.
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