No le voy a contar ningún secreto; todos nos vamos a morir. Mis seres queridos, los suyos, mis perros, su gato si lo hubiere, usted y yo. Tarde o temprano, esperemos que tarde, a todos nos da por morirnos. No es que sea algo divertido, además es algo muy caro, al menos en Madrid, gracias a la maldita tradición de guardar todos los cuerpos pútridos de nuestros seres queridos en cajas de madera en un parque público. Solo nos queda un consuelo. Saber que, llegado el día que la fría mano de la muerte, esa puta, nos toque para jodernos bien jodidos.
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