La de periodista -con la de profesional de la justicia- es la profesión menos valorada por los españoles. Pagamos el ser reconocidos por la baba y la mierda que flota en la superficie del saco en el que todos entramos. La audiencia considera “periodistas” a los cotillas que husmean en los fluidos vitales, y, también, a los carroñeros, a los frívolos y a los artistas circenses de la pretendida información seria. Y hay una labor mucho más fecunda de hormiga en el día a día.
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