Todavía retumban en mi cabeza sus palabras de despedida, “el día que tu te vayas ya nadie vendrá a jugar con nosotros”; todavía duelen esas pisadas desnudas sobre los afilados cristales de una sociedad que los desprecia. Sin doctores, sin educación, sin derechos, sin voz, allí, esos niños nacieron el mismo día que se convirtieron en adultos.
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