Lo que exigía meses o años de trabajo y millones se hizo de memoria y precipitadamente para obedecer la orden drástica de su presentación durante una próxima visita a Oviedo de Francisco Franco. Presionados por el aparato propagandístico del franquismo, los orfebres se sacaron de la manga una solución milagrosa para sustituir las piezas que habían desaparecido de la cruz con el paso del tiempo: ¡poner en su lugar fragmentos de botellas de sidra!.
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