Cuando le anunciaron que debía abandonar la aldea donde había vivido sus 102 años, el más anciano de los residentes de Iitate dijo que "preferiría morir". Encontraron su cuerpo sin vida al día siguiente, el pasado mes de abril, con signos de haberse quitado la vida. Su acción detuvo los planes de evacuación forzosa del gobierno japonés y permitió a los mayores de esta localidad situada a 40 kilómetros de la central nuclear de Fukushima ganar el pulso para quedarse.
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