Ha sido una agonía extremadamente larga. ETA llevaba en una situación terminal desde hace casi diez años, aproximadamente desde 2003, pero como el dictador eterno de El otoño del patriarca, se resistía a desaparecer. Ha durado, sí, más que ninguna otra organización terrorista en Europa, anomalía que algún día habrá que explicar con calma, pero ha acabado como todos los otros grupos armados que surgieron en los años sesenta y setenta del pasado siglo.
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