La primera sensación es que el coche es pequeño, muy pequeño, tal vez influya que ambos ocupantes sobrepasamos ampliamente los 180 cm de estatura, casi se puede abrazar. Una vez dentro, nos acomodamos con los asientos en su posición más retrasada y la cosa cambia, no es pequeño, roza lo microscópico. Las rodillas me quedan entre el volante y el salpicadero, el respaldo apenas llega a cubrirnos la zona lumbar y los retrovisores no son más grandes que el espejo que llevaba mi mujer en el bolso para retocarse al maquillaje.
|
etiquetas: seat 600 , prueba , coches clasicos