Las bombas mataron en 1992 a los jueces Falcone y Borsellino pero también sacudieron como nunca las conciencias sicilianas. Algunos adolescentes de esa época, conmovidos por los atentados y por las insólitas manifestaciones de protesta, encabezan ahora los movimientos civiles antimafia. En las ciudades, cientos de comercios se niegan a pagar el chantaje; en el campo, los agricultores jóvenes cultivan tierras confiscadas a los capos.
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