Quien lea el título puede pensar que voy a lanzarme a una disertación llorona, una más, sobre lo injusto que es el mundo y lo poco que se valora a las personas que trabajan y se esfuerzan. Pero no: lo que voy a tratar es de racionalizar el hecho de que en cualquier organización jerárquica, y en las condiciones de trabajo actuales, es NORMAL que se ascienda al más tonto o al más vago.
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