“En un incendio simulado las llamas pueden estar en todas partes. No hay un sólo foco, de repente todo puede estallar” explica uno de los quemados que, intentando extinguir el fuego que recorría su cuerpo a nivel mental, agarró un bote de lejía y se roció entero. “Cuando te estás deshaciendo literalmente por culpa de las llamas no puedes pensar con claridad. Yo soy alérgico a la lejía y esto me ha provocado daños irreparables en el sistema linfático, rotura de móstoles y belugas en la próstata”, se lamenta.
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