Cada día es más fácil y barato poner un objeto en órbita. Esto es muy bueno para la ciencia y las comunicaciones, pero las consecuencias pueden ser nefastas para el futuro de la carrera espacial. A medida que aumenta el número de objetos que orbitan el planeta, también lo hace la basura espacial y las posibilidades de que alguno de esos trozos de basura termine impactando contra algún aparato que todavía se encuentre en servicio, creando más basura, en un efecto dominó al que se ha llamado “Síndrome de Kessler".
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