La guerra ha llegado a la fase en la que ambos lados ya no consideran al otro como ser humano, y mucho menos como ciudadanos de un país en el que todos deben coexistir. Los rebeldes islamistas persiguen la limpieza étnica-sectaria de aldeas alauitas en el noreste, el gobierno azota las zonas controladas por los rebeldes: los suburbios musulmanes sunitas de Damasco y la antigua ciudad de Homs. La población que sobrevive a la violencia está contendiendo por el hambre, la enfermedad y la exposición a los extremos veranos e inviernos sirios.
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