Cuando tenemos un bebé leemos Duérmete niño, de Eduard Estivill, o Bésame mucho, de Carlos González. Estos dos libros reflejan las dos tendencias en pugna por dominar la crianza infantil: la adultocéntrica y la niñocéntrica, respectivamente. La primera es la dura: ve al niño como un ser salvaje que debe ser disciplinado. La segunda es la blanda o “natural”, ligada a la “crianza con apego”: cultiva una imagen rousseauniana del niño como un ser bondadoso capaz de expresar sus necesidades y guiarnos a la hora de satisfacerlas.
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