En el año 1930, Keynes predijo que, para finales de siglo, la tecnología habría avanzado lo suficiente como para que países como Gran Bretaña o los EE.UU. hubieran conseguido una semana laboral de 15 horas. Hay muchas razones para creer que estaba en lo cierto. En términos tecnológicos, somos muy capaces de ello. Y sin embargo no ocurrió. En lugar de eso la tecnología ha sido dirigida, en el mejor de los casos, a descubrir formas de hacernos trabajar más a todos. Para lograr esto han tenido que ser creados empleos que son, de hecho, inútiles.
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