Los dioses del Olimpo parecen haber abandonado a Grecia a su propia suerte, y ponen oídos sordos a los ruegos del primer ministro Lucas Papademos, que encabeza un gobierno nacional encargado de sacar al país del abismo del Hades. El parlamento aprueba un nuevo plan de ajustes mientras estallan los motines en las calles, porque Europa, con cara de pocos amigos, exige extraer sangre de donde ya no la hay.
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