Una semana de bondad se publicó de forma fascicular en 1934 identificando cada jornada con un color, un día y un elemento. Es inútil perseguir el relato en los míticos collages de Max Ernst, pero subyace un mantra, pronto lo vais a ver, bajo el cut-up de folletines decimonónicos y sus criaturas antropomorfas dominadas por extrañas pasiones.
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