Se crearon con la intención de contactar con el más allá. Son puertas al infinito y, de alguna extraña manera, se nota nada más verlos. Cuentan con esa atmósfera mística que parece convertir cada ráfaga de aire en un presagio. Cristianos, ortodoxos, budistas, hinduistas o musulmanes, cualquier culto ha sido siempre una buena excusa para desafiar al tiempo y erigir obras de belleza sobrecogedora y, de momento, inasequibles al desaliento de los siglos.
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