España está entre los países con peores diplomáticos del mundo. Aunque los embajadores representan al país y no al partido, se trata de un puesto de funcionario estrechamente vinculado al poder político. Los destinos son administrados como premios y castigos, las opiniones independientes respondidas con llamadas al orden, el seguidismo compensado en el siguiente reparto y los amigos del gobierno nombrados embajadores especiales, a menudo a costa de diplomáticos de carrera mucho más preparados.
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