Las tetas deberían ser el emblema de la deconstrución. Adquieren lecturas opuestas según el contexto y, muy especialmente, según el lector. Una teta puede ser un contenedor de leche para ciertos desdentados, un juguete sexual para otros, una fuente de placer o de dolor, la Razón Última de Internet, un globo de silicona, el refugio de un tumor. (...) Una teta en una capilla universitaria supone un problema gordo. No por la teta, que en sí es bella y tierna, sino porque una «capilla universitaria» es un oxímoron sin solución posible.
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