Si hemos aprendido bien, como creo que lo hemos hecho, nuestra lección del Asesinato de Cristo, un líder popular moderno debería ser casi el opuesto exacto de lo que la gente tanto ansia ver y aclamar como su líder. Debería apartarse poco, en su vida cotidiana, de los estilos de vida habituales de la gente. El tendría que rechazar toda tentación de ser un líder y evitar toda camada que le ponga la gente para seducirlo al liderazgo. Su primera gran tarea deberá ser negarse a ser un líder
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