No importa que a día de hoy están entre las formas más lucrativas de entretenimiento en los Estados Unidos, los videojuegos son infantiles, estúpidos e intelectualmente perezosos. Al menos eso es lo que piensa Jonathan Blow. Pero el más duro crítico de la industria de los juegos es también su desarrollador más despierto, un visionario decidido a cambiar la forma en que pensamos sobre los videojuegos y el modo en que narramos historias.
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