Como en otras ocasiones, dejamos flotando en el agua un bloque de pescado congelado para atraer a las aves que durante estos días se encuentran en plena migración por nuestras aguas. Al cabo de un rato, cuando nos volvimos a acercar al cebo observamos unas salpicaduras que indicaban que "algo", y no precisamente un ave marina, estaba dando buena cuenta de nuestro aperitivo. No tardamos en ver las aletas que delataban al comensal. Sin pensárselo dos veces, mi amigo Manolo se lanzo al agua y agarrando con una mano la cámara, se fue acercando ...
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