Desde las ocho de la noche del jueves 28, cuando será efectiva su renuncia, se quedará sin la inmunidad que lo protege como jefe de Estado de la Santa Sede. Esta circunstancia explica también porque no tiene alternativas su retiro en el Vaticano, que lo blinda de cualquier eventual pedido de extradición o de pedidos de declaración judicial en los numerosos procesos que siguen en marcha, sobre todo en Estados Unidos, por los casos de abusos sexuales de menores por parte de miembros de la Iglesia.
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