Félix Soria retrata en una breve entrada la catadura moral del presidente de la Generalitat Valenciana y la alcaldesa de Valencia, no ya por los comentarios recientes de una y las presuntas corruptelas del otro, que no son sino la última prueba, sino porque su desvergüenza política viene de lejos, con un hito como el del accidente de metro del 3 de julio de 2006 que no tuvo ninguna repercusión política, y tras el cuál Francisco Camps, responsable último del estado del metro mortal, nunca se entrevistó con los familiares de las víctimas.
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