Los linces se han enfrentado a grandes retos, como la desaparición de su alimento favorito (el conejo), las escopetas y lazos de cazadores y furtivos, las infraestructuras que dividen y destrozan sus hábitats, los atropellos… Sólo les faltaba esto. Porque si la imagen de un obispo junto a un niño siempre resulta inquietante, ¿qué decir de aquella del prelado con un pobre e indefenso lince sobre sus rodillas? Ya saben lo suaves y cariñosos que son estos mininos...
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