El ciudadano común se aprieta cada día más el cinturón para llegar a fin de mes, y cruza los dedos para no perder su empleo. Los ricos desembolsan cantidades ingentes en un Aston Martin, un Ferrari, un visón, una botella de champán, o un pequeño tarro de caviar. No hay límites para un sector minoritario en el que la extravagancia y el lujo son elementos cotidianos.
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