Aparte de los animales, esquivos, fugaces y difíciles de fotografiar, también conocimos en Cazorla a un pequeño y astuto amigo que nos hizo pasar un par de ratos muy divertidos. Todo empezó cuando una tarde al volver del largo día de monte, en un recodo de la pista forestal estaba sentado en la sombra un pequeño zorro mirándonos llegar como el que espera el autobús urbano.
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