La mayoría de las mujeres con trabajo remunerado llevan toda la vida compatibilizándolo con el trabajo doméstico, es lo que conocemos como doble jornada laboral, que han sobrellevado con y sin leyes o medidas de conciliación de la vida laboral o familiar que se lo faciliten. Lo justo y deseable hubiera sido que los hombres nos hubiéramos incorporado a lo doméstico al mismo ritmo en que ellas lo hacían al mercado de trabajo, pero ellas ya superan el 40% de la población ocupada y siguen haciendo el 80% del trabajo no remunerado.
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