El AVE genera enormes impactos ambientales, como grandes movimientos de tierras y enormes desmontes, túneles y viaductos. Y, sin embargo, el gasto energético por persona desplazada que supone es muy elevado: similar al del avión si se tiene en cuenta en el cómputo el ciclo global del transporte, esto es, la energía necesaria para construir y mantener las infraestructuras, fabricar los vehículos, impulsarlos y, al final de su vida útil, deshacerse de ellos.
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