Agazapados entre tantos avisos que cuelgan en la Web, se asoman en Internet los primeros eslabones de una cadena de contrabando que empieza en yacimientos de los estados Amazonas y Bolívar, sustenta una economía sumergida -con actores del narcotráfico en el reparto- en países limítrofes como Colombia y Brasil y, luego de blanquearse a través de traders ubicados en antípodas como Corea del Sur, termina en los cerebros electrónicos de consolas de videojuegos, teléfonos celulares y misiles teledirigidos.
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