Si el gobierno necesitaba a alguien que le hiciera el trabajo sucio para desactivar la huelga del 29, está de suerte: ha encontrado a la persona adecuada. Gracias a Esperanza Aguirre y sus huestes, los sindicatos reciben un golpe tras otro sin que el gobierno se manche las manos. Y gratis, pues Aguirre lo hace por amor al arte, por afán de protagonismo o por nuestro bien, que no sabemos qué es peor en su caso.
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