Esta noche en el Oslo Citi Hall, habrá una silla vacía donde Liu Xiaobo, ganador del Premio Nobel de la Paz de este año, debería estar sentado para recibir los elogios del mundo por su determinación inquebrantable de poner una medida de los derechos democráticos al pueblo chino. En un país que niega a sus ciudadanos los derechos humanos básicos y un sistema abierto de la justicia, Liu puede ser visto como un verdadero mártir de la causa de la libertad de expresión.
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