Existen mujeres gamers, claro está, pero en general se resisten a jugar a videojuegos y, cuando lo hacen, el nivel de torpeza que demuestran se dispara, sale de la gráfica, llega hasta el tejado y sigue hasta la ionosfera, donde estalla en un gargantuesco y ominoso espectáculo luminoso de ineptitud sin precedentes en la historia humana. Normalmente darle un mando a una mujer y esperar que se pase el primer nivel del Shinobi es como darle un martillo y un cincel a un mono y esperar que te talle La Pietà de Miguel Ángel.
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