Con motivo del jaleo organizado en torno a la activista saharaui Aminatou Haidar, muchos españoles recordaremos sin duda la vergonzosa retirada española de un territorio que tendríamos que haber descolonizado con arreglo a los criterios y al calendario acordados por Naciones Unidas. No fue aquella la primera indecisión de la diplomacia española ni sería la última, pero constituye sin duda el penoso ejemplo de cómo hay que hacer las cosas para que queden sin resolver.
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