En el bar El Granaíno de Benijófar (Alicante, 4.200 habitantes) recuerdan bien la secuencia. El veterinario Marcelo Gurruchaga apuró con sosiego su café esa tarde en su agradable terraza. Charló diez minutos de negocios con un acompañante desconocido. Y se marchó. Dos días después relataba a la Guardia Civil, con una caja de cenizas entre las manos, que su esposa, una argentina de 46 años, llevaba una semana muerta.
|
etiquetas: asesino , veterinario , impasible , cenizas