Hace sólo unos días, el presidentes más ridículo, más cateto, más zafio y más lerdo que ha tenido la República Italiana, logró que el Parlamento de su país –o lo que sea- aprobase unas leyes que convierten en delincuentes a quienes allí arriban desde el extranjero sin tener dinero, o sea a los pobres; que permiten la creación de patrullas ciudadanas para imponer el orden tal como gusta a la “buena gente” y que limitan de modo arbitrario los derechos de los inmigrantes regularizados que hacen los trabajos más penosos...
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