Líneas de diferentes colores atraviesan un mapa de Europa: de Bruselas a Berlín, de Varsovia a Múnich, de Roma a Viena. Son las conexiones reales por trenes nocturnos a lo largo y ancho del continente. Pero esas rayas multicolores se detienen en los Pirineos; la península ibérica queda a oscuras. “Ausencia de demanda”, argumenta Renfe; “falta de voluntad política”, contraponen asociaciones ecologistas.
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