La vi cuando estudiaba cine, en Quito. Quedé en estado de shock. Había visto una de las mejores películas de Woody Allen, una de las mejores películas que hubiese visto, y había encontrado un nombre para mi enfermedad. Leonard Zelig tenía la… ¿facultad?, ¿discapacidad?, ¿virtud?... de convertirse en quien tuviera a la mano, bastaba que pasara cinco minutos con un asiático para que sus ojos se rasgaran o que le diera la mano a un obeso para que su estómago se hinchara.
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