#3 Una noticia es duplicada aunque sea de medios distintos y enviada por gente distinta...
Esta no es duplicada porque la otra está cerrada... sino, sería duplicada.
Ir enviando una noticia n veces "a ver si llega a portada", para mi, no es el procedimiento correcto, pero bueno, acepto que lo sea para tí, solo comento que para mi no lo es.
#3 Lo mismo cabe decir de Hezbolá en Líbano. Apareció tras la invasión israelí de Líbano en 1982, pero no fue quien inició la resistencia a dicha invasión. En realidad, fueron el Partido Comunista y fuerzas nacionalistas de izquierda quienes lo hicieron, amparados en una tradición de lucha contra las sucesivas invasiones israelíes del sur de Líbano. Hezbolá se construyó a expensas de estas fuerzas, en particular del Partido Comunista. Este tenía gran influencia en las regiones de mayoría chií y por tanto era considerado un importante competidor de Hezbolá, que era una secta chií. Hezbolá fue tan lejos que asesinó a destacadas figuras chiíes del Partido Comunista. Pese a convertirse en la fuerza dominante en una lucha justa –la lucha contra la ocupación israelí–, no es en modo alguno una fuerza progresista. Ha llegado a ser lo que es reprimiendo y descabezando a fuerzas progresistas que libraban la misma lucha. No obstante, era correcto apoyar la resistencia libanesa, pese a que pasó a estar completamente dominada por Hezbolá. Esto no es lo mismo que apoyar a Hezbolá en general, incondicional y acríticamente.
La política interior de Hezbolá en Líbano, tanto en el terreno económico como en el social o cultural, no es en modo alguno progresista. El Partido de Dios (es lo que significa Hezbolá en árabe) se acomodó muy bien en la reconstrucción liberal de Líbano. Tampoco debemos olvidar que depende estrechamente del régimen iraní, que es todo menos progresista. Ahora bien, si EE UU o Israel lanzaran un ataque contra Irán, nosotros no dudaríamos en apoyar a este país. Esto no significa que no consideremos que el régimen iraní es reaccionario, represivo, capitalista, y por tanto un enemigo de la causa social por la que luchamos. Es muy importante entender esto, porque en los últimos años Irán y Hezbolá han acudido en ayuda del régimen contrarrevolucionario de Siria. Le han prestado tropas de choque decisivas que se han sumado a la masacre contra el movimiento popular… » ver todo el comentario
#2 A raíz de la radicalización y la creciente influencia del nasserismo, la Hermandad quedó completamente marginada en Egipto. Había sido objeto de una feroz represión, sin duda, pero la represión por sí sola no consigue nunca marginar a un movimiento que mantiene un fuerte atractivo ante las masas. El caso es que los hermanos perdieron su atractivo. No tenían soluciones que ofrecer a los problemas sociales reales de las masas, mientras que los nacionalistas sí abordaban estas cuestiones, al menos en parte. En este periodo, la mayoría de las personas en Egipto y en toda la región ya solo vieron a los hermanos musulmanes como agentes de los saudíes y de la CIA.
La situación comenzó a cambiar a finales de la década de 1960, con la crisis del nacionalismo laico. El momento clave fue la victoria de Israel en 1967 sobre el Egipto nasserista y la Siria baasista. Al igual que en Egipto, esta última había experimentado una radicalización nacionalista de izquierda, encabezada por un grupo que Asad –el padre del actual carnicero de Siria– derrocaría podo después. Con la derrota de 1967, seguida en 1970 del aplastamiento de las guerrillas palestinas en Jordania, la muerte de Nasser y el derrocamiento del ala izquierda del partido Baas, el nacionalismo radical árabe sufrió un fuerte revés que abrió las puertas al retorno de la Hermandad Musulmana.
El sucesor de Nasser, Anuar el Sadat, emprendió un rumbo de desnasserización en Egipto, revirtiendo todas las políticas progresistas del periodo anterior, tanto en el ámbito agrícola o industrial como en el terreno antiimperialista o antisionista. Al embarcarse en este proyecto regresivo, soltó de la cárcel a los hermanos musulmanes y permitió que volvieran los que se encontraban en el exilio. Lo hizo porque los necesitaba como aliados en su proyecto reaccionario en Egipto. Los hermanos cumplieron su tarea de buena gana, convirtiéndose en la fuerza de choque de la ofensiva ideológica de Sadat en su ataque contra la izquierda. Sadat… » ver todo el comentario
#1 -¿Qué relación guarda el fundamentalismo islámico con el imperialismo? ¿Se opone al mismo o está confabulado con él?
Ambas cosas, diría yo, y esto no es contradictorio. La tropa del fundamentalismo islámico está formada por personas que reaccionan ante las consecuencias del capitalismo, de la dominación imperialista y de las guerras imperialistas. Pero responden a estas de un modo reaccionario. Frente al capitalismo y al imperialismo podrían optar por emprender una lucha progresista, encaminada a sustituir el capitalismo salvaje por una sociedad igualitaria socialmente justa, o bien creer que la solución pasa por reinstaurar una forma de gobierno que resulta completamente anacrónica en los tiempos que corren, abrazando por tanto una perspectiva muy reaccionaria.
Y puesto que es una respuesta reaccionaria a los problemas que hemos mencionado, ha acabado siendo utilizada históricamente por toda clase de fuerzas reaccionarias, incluido el propio imperialismo. Desde que se fundó su movimiento, los hermanos musulmanes han establecido un vínculo estrecho con el Estado que era y sigue siendo de lejos el más reaccionario, antidemocrático y misógino que hay en el mundo, el reino de Arabia Saudí. Este vínculo lo establecieron en virtud de la afinidad entre su propia perspectiva y lo que suele denominarse el wahabismo, que es la ideología de la fuerza tribal que fundó el reino saudí.
Los hermanos musulmanes colaboraron estrechamente con el reino saudí desde su creación hasta 1990, cuando Irak invadió Kuwait y provocó la primera guerra de EE UU contra Irak. Hasta entonces, la Hermandad Musulmana fue un gran aliado del reino saudí y del propio EE UU, el patrón de los saudíes. Ambos la utilizaron en la lucha contra el nacionalismo de izquierda, en particular contra Gamal Abdel Nasser en Egipto (1952-1970), pero también contra el movimiento comunista y la influencia de la Unión Soviética en países de mayoría musulmana. Esta alianza impura de EE UU, Arabia Saudí y los… » ver todo el comentario
Al discutir sobre una intervención hipotética, a menudo se toma la movilización antibelicista contra la invasión estadounidense de Iraq como caso paradigmático. Una simple comparación revela que la situación en Siria no es comparable con la de Iraq en 2003. Además de los aliados regionales e internacionales del régimen y de la implicación turca, “Es una fábula”, dijo recientemente Yassin al-Haj, “decir que los países occidentales no han intervenido en Siria. La realidad es que intervinieron de una forma muy específica que impidió que Asad cayera pero garantizó que el país quedara destruido. EEUU presionó a Turquía y a otros países desde los primeros momentos para impedirles que pudieran proporcionar una ayuda decisiva a la oposición siria”.
En 2003, EEUU estaba preparando sus tropas, basándose en falsas afirmaciones inventadas, para invadir un país soberano gobernado por un tirano. El movimiento antibelicista mundial se opuso a la inminente destrucción de Iraq sin colocarse necesariamente del lado del régimen iraquí. En Siria, por otro lado, surgió en 2011 un movimiento de base por la emancipación contra el brutal régimen autoritario poscolonial en la estela de los levantamientos árabes. La revolución siria cambia el lugar de la práctica política de un movimiento de oposición en Occidente a un movimiento emancipador en la propia Siria, volviendo a abrir en el proceso la cuestión de la solidaridad internacionalista. La reestructuración por la Izquierda de la revolución siria, a pesar de sus implicaciones en agendas políticas conflictivas, definidas por la potencial intervención de Occidente, es un movimiento que vuelve a inscribir la política en monopolio de los centros imperiales. Imagina la política sólo en relación al Imperio (y practicada por el Imperio), anulando en el proceso los esfuerzos del pueblo sirio para hacer su propia historia, restableciendo a Occidente como sujeto y agente principal de la Historia.