Lo más triste, triste, triste es que no hay ningún interés por parte de nadie en crear/subvencionar un solo periódico con vocación de servicio público, neutro e imparcial.
Las colillas de los fumadores son lo que las mierdas de perro a los propietarios de los canes: todo el mundo las recoge, pero nadie lo hace. Paradojas de la vida. Y sí. Son unos cerdos, así, en general.
Es algo que debe tomarse muy en serio, sobre todo si vives en Catalunya. Con esta especie de carné van a crear ciudadanos independentistas de primera y "unionistas" de segunda.
Me ha encantado el artículo. Toca cuestiones de fondo que nos interesan a todos. Sin embargo creo que sí, que el sistema ha fallado. Por supuesto que no ha quebrado en lo esencial, pero sí que anda renqueante. En mi opinión, se ha polarizado el debate entre la incompetencia de gobernantes y administradores por un lado, y ciudadanía, por el otro. Ese debate me parece inexistente, ya que ambos extremos se reflejan y se alimentan en una relación recíproca.
Los gobiernos, sobre todo ahora el nuestro, han fallado a la hora de afrontar medidas valientes para atajar la transmisión para evitar el desgaste y alimentar estrategias electoralistas. Intentan "quedar bien" con todo el mundo y dan la espalda al virus y sus nefastas consecuencias. Cierto, también, que todavía no hemos superado la crisis económica que precedía a la actual, y que la pandemia nos ha pillado en bragas/calzoncillos en muchos aspectos, sobre todo, en los servicios de salud pública. Todos lo sabéis: sucesivos gobiernos han ido empobreciendo nuestra sanidad a medida que cedían los servicios a manos privadas. No es ningún secreto. Ninguna sanidad pública estaba preparada para esto, pero una cosa es que la infección ataque un cuerpo fuerte y joven y otra muy distinta es que se cebe con un sistema inmune deprimido, como el de la atención primaria, menguadísima y arrinconada. Se ha apostado por el sistema hospitalario y se ha marginado a la atención primaria, principal nexo con la ciudadanía respecto a políticas preventivas y de la más básica atención médica.
El comportamiento de la ciudadanía no me parece que ande demasiado lejos del que exhiben -sin pudor, eso sí- nuestros políticos. Es una carrera del sálvese quien pueda. Si puedo (y como político, puedo más que nadie), me salto las normas, celebro fiestones, parties y mítines. Si puedo, me cuelo y me vacuno antes que nadie. Es el vivo reflejo de lo que vemos en la calle. Alguien dijo que la gente hacía lo que hacía porque podía. Es un buen resumen de la situación. Los ciudadanos hacemos lo que podemos, sin atender a solidaridades ni civismos que nos han malvendido como pura fachada, como postín de lo políticamente correcto. A la hora de la verdad, casi nadie es capaz de sacrificar su Netflix ni su cañita en el bar por una causa mayor. No es un gran sacrificio y quizás sea de los que menos se aprecien. No se trata de un gran gesto, grandilocuente y espectacular, como el de salir a aplaudir al balcón. Es de aquellos gestos sencillos y cotidianos que exigen una rutina, un saber estar constante, que no se aprecia, que no recibe atención.
Los niños, creo, son los grandes ejemplos porque todavía no han tenido el tiempo necesario para aprender de nuestros (malos) ejemplos. Estaría bien que nuestro sistema educativo sirviera para promover esa consciencia, la solidaridad y el civismo necesarios para que el sistema realmente funcione, más allá de postureos y de sonoros aplausos.