#8 Antes de tener cáncer, mi hermana era una persona imposible. Siempre estaba de mal humor, todo eran malas caras, gritos, chillidos, nunca le satisfacía nada... Fuera de casa, con las amigas que la ninguneaban y despreciaban, con las compañeras que sólo eran compañeras y jamás amigas, era todo sonrisas; en casa había que hablarle con tarjeta, pagaba con todos cada frustración. Durante los 34 años que la llevaba conociendo, hubiera podido contar sus días buenos con los dedos de una sola mano. Cuando le dijeron que tenía cáncer, cambió. Se convirtió en una persona luminosa, entrañable, todo cariño, siempre de buen humor, siempre animándonos a todos. En los tres años que duró, quizá tuvo dos momentos malos. Y la odié por ello.
La odié porque ese bendito carácter, esa dulzura, esa simpatía y ese infinito cariño que rebosó, ella lo llevaba dentro desde siempre, pero nunca le dio la gana sacarlo más que cuando ya era demasiado tarde. Y no me dejó un solo recuerdo bueno de ella sin la enfermedad. Todos eran de cuando ya se estaba muriendo. Yo la quería. Quería quererla, y ella nunca se dejó hasta que pasó... No es justo.
Por favor, estamos vivos ahora. Seamos felices ahora, antes de que nos den una sentencia.
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