Tenía cinco años cuando nos dividieron en clase. Nos hicieron un test y nos segregaron. Nos separaron de nuestros compañeros, amigos, de las personas que se sentaban a nuestro lado, para etiquetarnos y clasificarnos según nuestro "potencial".
Hablaron con mi madre y le dijeron lo que ella ya sabía de mí. Se puso muy feliz; aquélla tarde todo fueron enhorabuenas y mis padres hablando de mí a escondidas hasta muy tarde. Yo no sabía qué había hecho, sólo sabía que me habían separado de mis compañeros. Durante el resto del curso y toda la enseñanza básica, siempre estuven en el grupo A. Éramos los adelantados. Los que ya sabíamos leer, los que apenas teníamos faltas al escribir, los que bastaba que nos explicasen las cosas una vez para entenderlas y a veces, hasta para deducir qué venía a continuación. Los que más leíamos, mejor hablábamos, y mejor expresión escrita mostrábamos. No voy a negar que aprendí muchísimo, que llegué a Bachiller con un nivel muy alto y que mientras mis compañeras y amigas de los grupos B o C escuchaban a los New Kids o leían la superpuagh, a mí me encantaba Pavarotti y leía Yo, Claudio... pero esa separación, marcó en mí muchas cosas.
Marcó la idea de que al parecer, no todos los niños son igual de buenos. Que hay niños que causan la tristeza, o la ira de sus padres simplemente por no pertenecer a un grupo. Que existen muchas cargas pesadas, pero ninguna tanto como la de un "gran potencial". Que pueden quitarte todas las ganas de aprender y aún hacer que lo detestes, por pretender convertir tu aprendizaje, en una competición. Que a veces, jugar, leer tebeos o simplemente pensar en las musarañas, a alguien puede parecerle un crimen, porque mientras haces eso, no desarrollas tu "gran potencial". Que mientras a ti te exigen de un modo increíble y se enfadan contigo si sacas un ocho en vez de un diez, tus compañeros se pasan las tardes viendo la tele, sacan un suficiente y sus padres les hacen regalos, porque… » ver todo el comentario
Hablaron con mi madre y le dijeron lo que ella ya sabía de mí. Se puso muy feliz; aquélla tarde todo fueron enhorabuenas y mis padres hablando de mí a escondidas hasta muy tarde. Yo no sabía qué había hecho, sólo sabía que me habían separado de mis compañeros. Durante el resto del curso y toda la enseñanza básica, siempre estuven en el grupo A. Éramos los adelantados. Los que ya sabíamos leer, los que apenas teníamos faltas al escribir, los que bastaba que nos explicasen las cosas una vez para entenderlas y a veces, hasta para deducir qué venía a continuación. Los que más leíamos, mejor hablábamos, y mejor expresión escrita mostrábamos. No voy a negar que aprendí muchísimo, que llegué a Bachiller con un nivel muy alto y que mientras mis compañeras y amigas de los grupos B o C escuchaban a los New Kids o leían la superpuagh, a mí me encantaba Pavarotti y leía Yo, Claudio... pero esa separación, marcó en mí muchas cosas.
Marcó la idea de que al parecer, no todos los niños son igual de buenos. Que hay niños que causan la tristeza, o la ira de sus padres simplemente por no pertenecer a un grupo. Que existen muchas cargas pesadas, pero ninguna tanto como la de un "gran potencial". Que pueden quitarte todas las ganas de aprender y aún hacer que lo detestes, por pretender convertir tu aprendizaje, en una competición. Que a veces, jugar, leer tebeos o simplemente pensar en las musarañas, a alguien puede parecerle un crimen, porque mientras haces eso, no desarrollas tu "gran potencial". Que mientras a ti te exigen de un modo increíble y se enfadan contigo si sacas un ocho en vez de un diez, tus compañeros se pasan las tardes viendo la tele, sacan un suficiente y sus padres les hacen regalos, porque… » ver todo el comentario