#33 Los dolores los vencí yendo a buenos fisioterapeutas y siguiendo sus consejos, sobre todo hacer ejercicio moderado, alimentarme bien y descansar, y tomarme las cosas con calma, pero me llevó muchos años vencer esa situación, que quede claro.
La psicóloga que me trata desde hace tiempo no ve descabellada la idea de irme a una residencia. Según ella, y yo estoy de acuerdo, acumulo tal bagaje de frustraciones, dolor y angustia que me encuentro totalmente agotado. Ella no ve mal que me vaya a una residencia. La asistente social, que me conoce menos, se quedó sorprendida de que con los diagnósticos mentales que tengo haya podido vivir solo más de diez años sin pedir ayuda a nadie. En ambos casos, se mostraron bastante comprensivas y no me desanimaron en mi idea. Sin embargo, ayer estuve viendo a un psicólogo de una asociación de ayuda a enfermos mentales y el hombre intentó desanimarme, me dijo que no era un sitio para mí, pero él no me conoce de nada ni sabe mi larguísimo historial médico, por no hablar de mi vida personal, de la que tampoco tiene ni idea, como sí la tiene la psicóloga que me atiende desde hace ya tiempo, como digo.
Vamos a ver, que parece que no me acabo de explicar. He probado de todo, he sido deportista, he viajado, he hecho rehabilitación, he sido voluntario, aprendí a escribir y estuve a punto de ganar un premio literario de los gordos, he viajado bastante y he vivido temporadas en otras ciudades, estuve estudiando hasta que lo tuve que dejar por mi estado mental, he tenido hasta tres trabajos a la vez, he tenido tres relaciones serias que acabaron desastrosamente, vencí una enfermedad física que eran dolores continuos DURANTE MÁS DE VEINTE AÑOS, yo sé lo que me espera: nada. Ayer estuve en una asociación de enfermos mentales que organizan actividades, pero yo con eso me aburro lo mismo que si no hago nada, lo sé porque ya lo he hecho antes, cuando digo de irme a una residencia es porque no se me ocurre ya qué hacer y estar en casa día tras día, noche tras noche, año tras año, me puede costar una enfermedad grave: un ictus, un derrame cerebral, un infarto de miocardio...
#70 Yo también pensaba así hasta hace pocos años: que nunca me rendiría. Pero a algunos nos llega un momento en que ya no vemos salida por ningún lado. Y nos rendimos. Comienzas renunciando a pequeñas cosas, luego a otras mayores y finalmente te quedas sin nada. Es así de simple.
Gracias a todos por vuestras respuestas. En primer lugar, contestando a quien me pregunta cómo se me quitaron los dolores, aunque no se me han ido nunca del todo estuve DIECINUEVE AÑOS haciendo rehabilitación, deporte moderado, descanso, comidas a mis horas, eliminé ciertos alimentos. Me esforcé mucho. En lo de viajar, he de decir que también lo hice, pero acabé sufriendo agorafobia y no podía salir de donde vivo. Yo tengo problemas mentales aparte de físicos. Hacerme cargo de un animal no podría, porque me agobio con la menor responsabilidad. En cuanto a los que decís que una residencia puede ser un sitio deprimente, a mí lo que me deprime es estar solo. A mí lo que me depriime también es salir a la calle y ver a las familias con sus hijos, a la gente con sus amigos, a ver a la gente que tiene lo que yo nunca he tenido. El asunto del voluntariado lo probé también, pero me ponía muy nervioso y acabé por dejarlo. A la gente que me me conoce donde vivo lo que les pasa desde que recuerdo es que como tengo buen aspecto físico dan por sentado que estoy sano, pero eso nunca ha sido así, ni siquiera en la época después de la jubilación en que tenía motones de aficiones se me podía considerar una persona sana. Tenía pesadillas todas las noches, y a veces me entraba una opresión en el pecho que era fruto de la ansiedad. Incluso hacer deporte acabó por provocarme ansiedad. Recuerdo que me empezó a pasar en la piscina, haciendo natación, yo era un buen nadador pero tuve que dejarlo porque , como digo, me entraba ansiedad. Con la bicicleta me pasó lo mismo, más ansiedad, y también tuve que dejarlo. Como podéis ver la cosa es más complicada de lo que pueda parecer. No es solo que me haya rendido, es que he probado un montón de cosas en los últimos doce años y todas las he tenido que ir dejando. También he viajado y he pasado temporadas en otras ciudades, pero me seguía sintiendo igual de solo, hasta que dejé de viajar por eso de la agorafobia. El origen de todo esto está en la soledad. La residencia está llena de gente enferma, pero yo solo sería uno más, solo que más joven (por ahora). Hace unos años volví a la bebida, y pude dejarla, pero he de decir que estando borracho me sentía en paz, porque dejaba de pensar. Pero eso no es solución. También probé con los porros, pero me daban brotes psicóticos. Como he dicho ya, las primaveras y los veranos los soporto bastante bien en mi casa, pero cuando llega el invierno, buf, este invierno pasado tuve hasta ideas de suicidio, ideas claras, no fantasías. Por eso, la disyuntiva entre morir o irme a una residencia para mí queda claramente resuelta. Otra cosa es que luego yo allíi no esté bien, aunque ya digo también que no sé qué iba a echar de menos en un sitio como ese, siendo que no tengo nada en mi vida que me resulte alentador. Un saludo y de nuevo gracias a todos.
Esa es exactamente la idea que tengo yo: ingresar, acostumbrarme a una rutina, ir encontrando algo de paz. La gente que ve las residencias de ancianos como sitios lúgubres son, en mi opinión, personas que llevan y han llevado una vida agradable, sí, con problemas, pero no con cargas pesadísimas como las que llevan otros. Si yo entro en un sitio de esos y encuentro la paz, como espero que así sea, no creo que vuelva ya nunca más a mi vida, o mi no vida, anterior. Solo pido eso: paz.
#7 El psiquiatra que me trata dice que lo que tengo no es para preocuparse. Dice que tengo ciertos síntomas depresivos. Yo tampoco me encuentro más triste que de costumbre, la verdad. Lo que tengo es una sensación de aislamiento y soledad que me está aplastando, y eso me produce miedo a estar solo. Es por eso por lo que he pensado lo de la residencia. Los psiquiatras me dicen que no estoy para ingresar en un piso tutelado o en un centro para discapacitados mentales o enfermos mentales, que no tengo una patología como para eso. Eran soluciones que veía a mi problema de soledad. Incluso llegué a pensar en meterme en una especie de secta que hay cerca de mi casa en la que ayudan a toxicómanos, pero yo ese rollo del cielo y del infierno nunca me lo he creído. Es la sensación de aislamiento en casa la que me produce desazón, un malestar indefinido que se parece demasiado al miedo. Por eso y no por otra cosa he estado mirando residencias: para estar entre gente. Ya sé que se pierde libertad, pero también he dicho ya, y lo repito, que yo no quiero mi libertad para nada, no la uso, no le saco provecho. Lo que noto es que según pasa el tiempo me siento peor, que sigo tomando la medicación pero mi sensación de vacío no desaparece, y sobre todo eso: echo de menos estar en un sitio donde haya más gente. No me hubiera importado entrar en un psiquiátrico, la verdad, por lo menos hablan entre ellos y se cuentan sus cosas.
Sí, ya la he tomado. Si he entrado aquí era para recavar opiniones porque yo mismo soy consciente de que es una solución drástica. Dice el refrán que a grandes males grandes remedios. ¿Allí iba a estar peor que en un piso yo solo todo el día hasta que me muera de soledad?
Me dijeron que era fibromialgia cuando llevaba ya diez años con los dolores, pero nunca los reconocieron como causa para jubilarme. Únicamente me tomaron en serio cuando los dolores me produjeron los primeros desórdenes mentales. Ahí entré en una cuesta abajo de la que traté de salir en varias ocasiones, y creía haberlo conseguido, porque los dolores finalmente remitieron casi del todo, pero el daño psicológico estaba hecho ya: perdí la capacidad de estudio, no me podía concentrar en los exámenes, y por tanto mi futuro profesional quedó segado para siempre. Luego me jubilaron y me dio por escribir y leer y me lo pasaba bien. También hacía deporte dentro de mis posibilidades. Pero luego, poco a poco, sin darme cuenta, y como ya he dicho, le fui perdiendo el gusto a todo eso, hasta llegar a un punto en que mi vida está por completo vacía. No tengo ningún tipo de ilusión ni aliciente. ¿Cómo podría empeorar eso vivir entre ancianos? La única amiga que tengo tampoco lo ve claro que esté entre viejos, pero lo que todavía ve menos claro es que siga como estoy: consumiéndome poco a poco de soledad.
Te aseguro que no es una "época". Casi desde niño he vivido muy aislado. Siempre me he sentido solo. La diferencia es que antes tenía un trabajo, o hasta dos y tres, después de jubilarme me busqué buenas aficiones: deporte, lectura, salidas con amigos. Poco a poco le fui perdiendo interés a eso. Me encontraba mal entre la gente, veía que ellos hacían cosas que yo no podía hacer. Le perdí el gusto a las cosas que me agradaban. No me algo repentino, sino paulatino, un proceso que ha durado años. Ahora llevo como tres años en que no hago absolutamente nada. No quiero caer en el alcohol y las drogas porque volverían a internarme y sería mucho peor. En cuanto a lo que dices de perder la libertad, a mí mi libertad no me sirve para nada. Que me digan a qué horas tengo que comer y dormir o salir y entrar no es algo que me preocupe, porque se compensaría con la sensación de seguridad y de saber que uno no está solo en una casa, día tras día, noche tras noche, sin alimentarse bien, sin relaciones sociales, sin aficiones. Al menos es lo que pienso sin haber vivido nunca en una residencia de ancianos. Luego una vez allí, no sé qué iba a echar de menos. No tengo nada. Nada.
Muchas gracias. Creo que me voy a ir a una en pocas semanas. La poca gente a la que se lo he comentado donde vivo dicen que es un disparate. Pero ellos no saben los infiernos por los que he pasado casi desde que era niño: traumas fortísimos, tres relaciones sentimentales atroces, un servicio militar atroz, dolores musculares durante veinte años, tres internamientos psiquiátricos, veinticinco años de tratamiento con pastillas. He luchado todo lo que he podido. Tuve aficiones muy gratificantes, pero con el tiempo las fui perdiendo. No tengo ningún aliciente en la vida que llevo. No siento que vaya a echar nada ni nadie de menos. Y desde luego me horroriza la soledad. Los viejos y yo siempre nos hemos llevado bien. Lo veo ya como la única alternativa que me queda. No se me ocurre otra, y creedme que he probado de todo.
Pero es que yo no tengo vida privada que perder. Como digo, paso el día sin hacer nada. Antes tenía muchas habilidades y aficiones, pero ya no me siento con fuerzas de hacer nada de eso. Solo me apetece estar en un sitio donde me supervisen algo, donde no esté solo, aunque hable poco con la gente y esté todo el día pensando en mis cosas. Lo de cumplir horarios y normas no me preocupa.
Perdonad, es que me he equivocado de sección. En todo caso, he de deciros que yo también tuve problemas de alcoholismo, ya superados, y que me han ingresado en hospitales dos veces en los últimos dos años, en el ala psiquiátrica.