#44 PARTE 4
Reconozco que la situación, aunque me estresaba, agobiaba y me hacía sentir mal en muchas ocasiones, también me hacía sentir muy vivo, y eso sí era hermoso. (Ahora pienso en el libro de Wilde, el retrato de Dorian Gray, cuando habla de sus teorías acerca de la intensidad de vivir... y veo que estuve muy muy cerca del abismo...). También le hice ver eso a I, quien se convirtió (otro error) en mi principal confidente, ya que no podía compartir todo esto con P. Fantaseaba continuamente con la idea de estar con ellas dos a la vez en una relación abierta, sin importarme que a su vez ellas tuvieran otras parejas, todo muy en plan hippie bucólico pasado de rosca.
Ya sé que me comporté como un idiota, o más bien como un capullo, pero en fin, así fue. No estoy orgulloso de ello, pero al menos he aprendido la lección. La sinceridad es la mejor opción siempre; aunque parezca que se puede ocultar algo temporalmente por el bien de la pareja, lo cierto es que no, y que aunque sólo sea por amor y por respeto no debe callarse nada. Esto de verdad que lo tengo grabado a fuego. He llorado mucho por el mal causado... En fin, también mencionaré algo de esto al final.
En la relación con I no hubo nunca nada físico, aunque recuerdo, eso sí, un momento que para mí tuvo una fuerte carga erótica, poco antes de que llegara el final que describo en el siguiente párrafo. Habíamos salido una mañana para hacer unas compras juntos (yo solía acompañarla cuando podía), y fuimos a una tienda de bikinis. Ella se metió en el probador con el que quería probarse, pero le estaba pequeño y me dijo que si podía ir arriba a por el siguiente número. Yo fui a por él y se lo di, y cuando se lo probó, abrió la cortina y me pidió que le dijera si le estaba bien o no. Fue para mí muy erótico verla en bikini en esa situación, ajena a una piscina y a cualquier tentativa de baño, y tener además que observarla para ver si se ajustaba bien a su cuerpo o no. Además de que estaba muy guapa, estaba algo húmeda por el calor que hacía, y eso la hacía para mí más atractiva.
En fin, quitando la anécdota anterior, las cosas, al menos en su apariencia exterior, fueron saliendo tal y como había planeado. Llegó mi cuarto examen, lo aprobé, al poco tiempo se examinó I, aprobó también, hicimos una fiesta conjunta de celebración y casi inmediatamente después dejamos de hablar. Yo no habría querido que fuera tan brusco, pero así sucedió. Le escribí un día (contestando a uno de sus múltiples correos) y le dije que creía que era mejor que no habláramos tanto, que teníamos una relación muy dependiente que era peligrosa, etc. Intenté suavizarlo todo lo que pude, diciendo que por supuesto no quería que dejáramos de ser amigos (y era verdad) sino que simplemente quería que fuéramos amigos más normales, porque a veces parecíamos más una pareja que otra cosa. Ella me dijo, secamente, que vale, y ya no volví a saber nada de ella hasta septiembre.
Durante el verano le escribí un par de veces para saber cómo estaba, pero no quiso responderme. A mí eso me entristeció mucho. Pero por otro lado permitió una época de felicidad en mi relación con P. Fue el mejor tiempo que pasamos juntos. Hicimos varios viajes y estuvimos muy bien, muy a gusto, queriéndonos cada vez más. Pero los sentimientos latentes que me habían estado dominando no estaban muertos, sino todo lo contrario. Estaban agazapados esperando la ocasión propicia para derribarme.
En septiembre estalló la tempestad. Los opositores recién aprobados tenemos que pasar un curso, y da la maldita casualidad de que el cuerpo en el que ingresó I y el mío hacían el curso a la vez y en el mismo edificio. Así que, lo quisiéramos o no, tendríamos que vernos. Por eso, una semana antes de empezar le volví a escribir y le dije que a ver si nos veíamos y tomábamos un café. Ella me dijo que no tenía ganas de verme ni nada que decirme, que no quería saber nada de mí. Yo insistí, supliqué, me arrastré, y no conseguí nada. Nunca entendí el por qué esa de ira contra mí…
Esto hizo que me obsesionara cada vez más con ella. Pensaba día y noche en ella, incluso cuando estaba con P. Dudaba si no me había equivocado y cometido el error de mi vida al salir con P en vez de con I, dudaba acerca de si en el fondo la había querido siempre a ella y había sido un idiota, y, por encima de todas las dudas, sentía un deseo cada vez más intenso, más irrefrenable, hacia ella. Recordaba la escena del probador, recordaba sus expresiones (sus mohínes de superioridad o de indiferencia me parecían tan sexys ahora), tuve muchas fantasías con ella. Esto no duró mucho, porque obviamente era insostenible, así que al poco tiempo, cuando me di cuenta de que no era capaz de controlarlo, y de que el verano que habíamos tenido de distancia no había servido para nada, decidí al fin hablar con P y lo dejamos.
#44 PARTE 5
Fue el día más triste de mi vida hasta la fecha. Desde la muerte de mi abuelo, cuando tenía 14 años, no había vuelto a llorar. Lloré y lloré, me sentí fatal por el engaño, por haber jugado con los sentimientos de una persona tan buena, inocente y pura como P, que había confiado en mí. Fue horrible, y no terminé de curarme de estas heridas hasta un año después. No pretendo justificarme en base a mi sufrimiento, sino contarlo tal y como fue. Sufrí mucho, esta es la verdad, y he tardado mucho tiempo en poder perdonarme a mí mismo. Es duro aprender a base de hacer daño a alguien querido. Ser consciente de que es algo que no haré de nuevo ayuda, pero no es un consuelo completo. Incluso hice el Camino de Santiago con el principal objetivo para pedir perdón y rezar por ella y por mí (aunque a la gente le dije que fue por agradecimiento de haber aprobado la oposición). Después de dejarlo con P volví a intentar hablar con I. Seguí con mis súplicas. Le dije que creía que había estado enamorado de ella siempre. Incluso le conté que era sumiso y que creía que era por eso por lo que la amaba. Supongo que todo eso la espantó más, y sospecho también que quizás, aunque tenga una naturaleza aparentemente dominante, no lo sea en absoluto, o no tenga ni idea de lo que realmente es eso.
Más adelante ya sólo quise tomar un café con ella y hablar. Y era muy duro encontrarla cada día en los pasillos del instituto, verla en la cafetería, observarla de lejos, riéndose y siendo el centro de atención y yo abandonado por ella. Pero no hubo manera, fueron pasando los meses y los meses y no conseguí nada de ella. A lo sumo hubo un tiempo en que volvimos a hablar por whatsapp, y me confesó que para ella la relación que habíamos tenido había sido de pareja pero sin sexo. No me pareció una mala definición.
Después, pasados dos meses, también intenté quedar con P para salvar la amistad (cosa que finalmente fue imposible por mi culpa exclusivamente... eso es otra historia, menos interesante ya). Pues bien, el caso es que fuimos a misa juntos. Yo estaba en proceso de conversión (es cuando leí el libro de Lewis, de las cartas del diablo a su sobrino, cuando empecé a ir a misa, etc.). Y bien, en el momento del Padrenuestro, ella me cogió la mano. Y cuando la oración dijo "como nosotros perdonamos a los que nos ofenden", ella me apretó con fuerza. Fue el perdón más hermoso que he recibido nunca, y lloré, lloré abundantemente, con una mezcla de sentimientos que no sería capaz de describir (al menos, alegría y gratitud, admiración por ella, dolor por el daño causado, vergüenza... todo junto). Terminó la misa y seguía llorando, al menos estuve media hora llorando. Qué momento. Sin duda también lo percibí como algo espiritual, como una gracia. No sé si fue un momento místico, pero fue impresionante. Por eso en parte decía que la fe me llegó por mi necesidad de ser salvado y perdonado. Gracias a Dios pude experimentar en mi carne que uno de los nombres de Cristo es Salvador. El juez más implacable y difícil de convencer es uno mismo, por eso necesitamos del perdón divino.