El mercado es libre, y los bienes tienen el precio que estamos dispuestos a pagar. La burbuja inmobiliaria que ha vivido España en estos años ha llegado a su fin, y desde hace dos años había artículos y ponencias que alertaban sobre el tema. El tan odiado FMI había advertido hace más de un año que el precio de la propiedad en España podía convertirse en un factor de crisis. Y ha acertado.
Que el gobierno culpe a Estados Unidos de lo que está viviendo España, indica que sólo hay una mitad de la verdad.
La economía no es una ciencia exacta, porque finalmente todos somos parte de ese mercado y con nuestras decisiones regulamos.
Si un piso en Madrid cuesta 600.000 euros, y en Alemania, algo de las mismas proporciones cuesta 400.000, mientras que un alemán percibe en euros un 20% más, pues no es culpa del banco, ni las inmobiliarias, sino de una demanda saturada que provocó que ni 500.000 pisos por año fueran suficientes. La fiesta se ha terminado, ahora hay que pagar la cuenta
Portada
mis comunidades
otras secciones
Comparto la postura general de los que están a favor de limitar el poder. Las claves de las democracias modernas están en la alternancia. Miren EEUU, que tras Bush padre vinieron 8 años demócratas, luego republicanos, ahora Obama. Montesquieu decía que "el poder corrompe al poder", y los riesgos son muy elevados. Cito un ejemplo: en Argentina, Carlos Menem, tras reformar la constitución (cuyo modelo está basado en la de EEUU desde 1853) gobernó 6 años bajo la primera elección y con la reforma, cuatro años más. La historia dirá que su primera gestión fue transformadora, y la segunda un desastre donde la corrupción hizo estragos. Menem quiso un tercer período, pero dentro de lo poquísimo que queda de dignidad en mi país, se dijo que no. Claro que lo que vino después fue un desastre y lo que siguió fue peor...
El gobierno de Felipe González también sufrió el desgaste, y aunque es innegable la capacidad política de algunos líderes, su permanencia sostenida en el poder se vuelve una semilla para el nacimiento de la corrupción y sobre todo, la pérdida de tacto político.