Traducción:
La lucha de una madre
Quisiera comenzar por agradecer a Kleenex por vender estos pañuelos en paquetes de 36. Los he puesto en suscripción, y si quisieran comenzar a venderlos en paquetes de 72, pueden apuntarme. Tengo tres razones para necesitar tantos Kleenex, y sus nombres son Liam, Samuel y Hank.
Así es como sucede en casa. Primero desaparecen los Kleenex. Luego el papel higiénico. Luego van a por las telas. Y no quieres que lleguen a eso, salvo que quieras invertir en un bidón de 20 litros de Febreze (revivido de telas).
Esta solía ser una casa cristiana decente. Pero ya no se trata de juzgar moralmente. He pasado de ese punto. Estoy en modo supervivencia. Si no les proveo productos de papel absorbente voy a encontrar mis toallas escondidas en el sótano, duras como el aluminio. El otro día casi me corto una mano con un calcetín. Lamento ser tan franca, pero con tres hijos adolescentes una tiene que ser práctica.
Lo divertido del tema es que ellos piensan que son sigilosos, con sus duchas de 45 minutos y su repentina necesidad de “privacidad”, como si fuera a toparme con ellos “pasando revista”. Se escabullen por la casa como gatos en celo, mientras yo trato de anunciar mi presencia constantemente. Nadie necesita pedirme que golpee más la puerta. Directamente golpeo las paredes. Prácticamente llevo un cencerro al cuello. No estoy buscando pillar a nadie por sorpresa, podéis creerme. Solo quiero superar todo esto.
El otro día mi marido me vio descargar la compra y me preguntó, todo dulce y casual, “Cariño, ¿qué haces con todos esos Kleenex?"
Portada
mis comunidades
otras secciones
Cada vez que leo una noticia de éstas mi imaginación se activa completamente y empiezo a ver cosas que no creeríais: atacar naves en llamas más allá de Orión. Rayos C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir.