Estaba el tonto del pueblo debajo de una escalera cuando una rubia despampanante, en minifalda y sin bragas comenzó a bajar por las escaleras, y el tonto del pueblo se quedó mirando fíjamente todo el rato. Cuando la rubia llega al final de la escalera, se detiene y le dice al tonto:
- Tú... tonto, tonto... no eres!
- Y tú... rubia, rubia, tampoco!