Las entrevistas de trabajo como se conciben en la actualidad sólo responden a la necesidad de justificar su existencia que tienen los departamentos de recursos humanos. A eso y a la absurda americanización-marketingización del trabajo que ha sufrido Europa la últimas dos décadas y que está sufriendo ahora mismo en su variante más cruda, pero esto es otro asunto aparte que no tiene nada que ver.
La prueba de esto está en todas las empresas pequeñas, esas en las que tu titulación y una breve demostración de tus habilidades técnicas es más que suficiente para entrar a formar parte de la plantilla.
Cuando cierta multinacional de automoción decidió, a finales de los 70, instalar una factoría en España, mi padre (mecánico de profesión) entró con 15 personas más (ingenieros incluidos) a formar parte del laboratorio de motores. Para ello, lo único que tuvo que hacer fue acudir al centro de trabajo, pasar una pequeña entrevista personal donde dejó constancia de su formación y anteriores empleos y pasar a otra oficina a recoger su tarjeta de empleado. Como él, todos los demás, desde trabajadores de línea sin estudios ni experiencia hasta técnicos cualificados.
Y hoygan, de los motores que salieron de aquella planta a principios de los 80 yo he visto coches circulando por España hasta hace bien pocos años y, de hecho, conozco un par de personas que tienen coches fabricados ahí en aquella época y puedo confirmar que sólo han ido al taller a que les cambiasen el aceite, los filtros y los manguitos. Motores fabricados por toda esa gente tan "anticuada" que no tenía ni guarra de lo que eran las sinergias, la competitividad, la flexibilidad, la proactividad y tantas otras abstractas estupideces que se requieren hoy en día para entrar a apretar cuatro tornillos o picar una aplicación en Java con Spring e Hibernate.
Por ello, todas estas preguntas chorras que tienes que padecer en cualquier entrevista de trabajo hoy en día, sobre todo en las Megacorps Superguays, sólo existen porque somos demasiados optando a demasiados pocos puestos de trabajo y se pueden permitir el lujo de gastarse dinero en majaderías así para ver si el candidato tiene madera de ajedrecista o si caga duro por las mañanas, como se lo gastan en esos ridículos cursillos estériles de coaching que todos hemos sufrido alguna vez. Porque la realidad es que para la gran mayoría de puestos de trabajo que se ofertan sirven perfectamente tanto el candidato seleccionado como el 90% de los candidatos rechazados. Y los criterios de selección se reducen al final a los esquemas mentales (o impresos) que tenga el entrevistador, quien normalmente es más inútil que hacerle una gallola a un muerto, de lo contrario no estaría trabajando en recursos humanos.
Ilusos.
Se refieren a las promesas en el despacho. Yo te unto a ti, tu me untas a mi, unta a mi cuñao que yo unto a tu señora, etc.
El otro 50% son las que se hicieron al pueblo.